lunes, 12 de noviembre de 2012

INSTRUCCIONES

Buenas noches.
A continuación encontrarán algunas entradas:
1.- El aviso para la tercera obra de teatro.
2.- Un ensayo
3.- Los contenidos y algunas notas acerca del ensayo.

Favor de imprimir los tres archivos y llevarlos mañana a clase.
Gracias

Tercera obra



El ensayo en la práctica


benemérita universidad autónoma de puebla

 

 

Parecería que el ensayo es una buena forma de ejercer la literatura en la vida práctica. Mientras la poesía y la narrativa son géneros a los que vemos aún con romanticismo, se diría que con fe, el ensayo nos mantiene saludables. La novela es esa cosa que se construye poco a poco mientras se practica el ensayo cada semana. La misma relación que existe entre el amor y el sexo. El ensayo es la mejor manera de seguir en la mira pública mientras hacemos a escondidas eso otro que consideramos verdadera literatura.

Posiblemente el ensayo tenga que ver con sobrevivir, con librar los días carentes de historias o poesía, pero en los cuales hay que convencerse de que uno es escritor. Para esos momentos aciagos siempre podremos recurrir a nuestras lecturas, a someter la realidad al análisis o a cumplir cualquier encargo con eficiencia. Género a contrarreloj —subordinado como ningún otro a un plazo a punto de vencerse—, el ensayo nos inmiscuye de una vez por todas lo que sucede en el mundo, la literatura y con frecuencia nuestras vidas.

Pocas cosas tan complicadas como hablar de un autor y también pocas cosas tan recurrentes en la vida de quien escribe.1 Los editores de los suplementos culturales asumen que un ensayista puede ser llamado cada que un escritor hace eso que suelen hacer los escritores: cumplir décadas, sacar un nuevo libro, decir que no escribirán más, ganar el Nobel o, en el último de los casos, morirse. Y eso no es lo peor, porque aún después de muertos sus obras seguirán reeditándose y cumpliendo años. ¿Cómo llega uno a una mesa redonda, a un dossier, a un reportaje? Es decir, ¿cómo se mete uno a este negocio?, ¿qué tipo de infancia forma al futuro comentador de la literatura?2

El ensayo, hay que decirlo, es un género sin heroísmo. Es decir, en tu currículo nunca aparecerán las amenazas de muerte, porque en cuestión de oficios la amenaza de muerte es lo que separa al escritor de ensayos del periodista. Nadie pide seguridad para un escritor de ensayos porque hasta ahora no conozco al ensayista que viva con el temor de que un ancla le caiga a mitad de una conferencia. No hay peligro, sino apenas miedo de perder no la cabeza sino algunas cosas prescindibles, como las becas, los amigos o las oportunidades de asistir a más encuentros.

Una paradoja: a pesar de que el ensayo se considera un género narcisista presenta demasiadas desventajas para la vanidad. A menos que te llames George Steiner, nadie te leerá por quien eres, sino por el autor de quien hablas. Es aquí cuando hay que bendecir a aquellos tesistas que compran cualquier libro donde aparezca el nombre de “su” autor, pues son como aquellas adolescentes que consumen cualquier chamarra con la firma de Justin Bieber. El ensayista es, a veces, como el vendedor de souvenirs que nos aborda a las afueras del concierto: tazas de Proust, llaveros de Paz, un encendedor para iluminar a Thomas Pynchon. Sus productos dependen en demasía de un nombre famoso para llamar nuestra atención. Los libros de ensayos —salvo por la celebridad que los avale o por algunas palabras clave que los vuelvan rentables: hermenéutica, violencia, precio de saldo— carecen de interés comercial, de emociones para el viaje, de entretenimiento para las salas de espera. Son material para los obsesos, adicciones extra para quienes, de por sí, se consideran ya adictos a la literatura.

 

Por eso, si eres un autor joven, ten la seguridad de que los ensayos no te servirán para alcanzar el estrellato. Una primera novela deslumbra, un libro de poemas otorga renombre o, al menos, un premio con el cual iniciar una carrera; pero los ensayos son aparatos demasiado útiles para ser vistos como algo más que literatura ancilar. Al igual que los inodoros de Duchamp, necesitan un marco que los legitime como arte: la trayectoria del autor, por ejemplo. Su principal función, por lo menos en este país, es servir de ars poética para los escritores serios, esos que ya demostraron su efectividad en la ficción o la poesía. Porque, además, ¿qué novelista que se respete no siente en algún momento de su vida la necesidad de utilizar el ensayo para establecer su canon personal, revelar su maquinaria creativa, o simplemente para meterse en alguna discusión que lo ponga de nuevo frente a los reflectores?

El altercado. He ahí una alternativa rentable para los escritores jóvenes, a quienes no les cuesta hablar de libros. Como rockeros cada vez más dispuestos al escándalo, el medio literario ha llevado a los nuevos ensayistas a confundir la polémica con una especie de pleito carcelario por correspondencia. Para hacerse un nombre, el ensayista contemporáneo se ha visto obligado a atacar a un puñado de autores reconocidos o pulverizar a las nuevas generaciones, y esperar que alguien de ellos responda. Dado que decapita autores, ayuda a vender libros y consume literatura, el ensayista es al mismo tiempo zeta, dealer y farmacodependiente.

Reconozcamos que, a pesar de este gris panorama, siempre queda abierta la posibilidad de que el ensayista salga del anonimato. Lamentablemente eso sólo acontecerá el día en que incursione en algún género de verdad. La novela, por decir algo. Según estimaciones del Inegi, en México un ensayista a secas tiene 40 por ciento más probabilidades de morir sin ser recordado que cualquier otro tipo de escritor (aunque según esas mismas estadísticas, un poeta tiene 56.7 por ciento de probabilidades de no publicar fuera de las ediciones gubernamentales y un narrador aún inédito tiene 78 por ciento de posibilidades de ser en realidad un ensayista o un poeta encubierto). Los números parecen decir: no te arriesgues al ensayo a menos que tengas en este momento una novela en el cajón de urgencias de un dictaminador.

Y uno se pregunta ¿por qué la fama, y aún peor, el reconocimiento, le están negados a quien escribe ensayos? En primer lugar, el ensayista no acostumbra a esconderse por dos años y después dar a la imprenta una obra maestra. Siempre anda publicando aquí y allá. Habla de libros en periódicos y revistas y la mayoría de las veces escribe a pedido de un editor.3 Con ese ritmo de escritura, rara vez el ensayista llega a una obra cumbre y, a lo más que aspira, es a conformar el material para una antología póstuma que se respete. El ensayo existe precisamente como un certificado perceptible de salud, una suerte de caminata en lugares públicos que corrobora la vitalidad de quien se ha tardado demasiado redactando su siguiente libro. Si hubiera que inventarse de nuevo, sería difícil que el género ensayístico surgiera en nuestros tiempos de una torre de Perigord.

Conscientes de lo anterior: ¿qué interés supone embarcarse en un tipo de literatura que no da lectores, ni groupies, ni riesgos, ni siquiera muchos premios? Aventuro una respuesta: la valía práctica del ensayo se encuentra en su disposición para la estafa. El ensayista es uno de esos impostores que se la pasan engañando a universidades, revistas y editoriales, y sale impune de cada uno de esos episodios. La mejor forma de timar al Conacyt es convertir un ensayo en tesis doctoral, o en caso de que se prefiera ganar el premio José Vasconcelos, siempre está la posibilidad de convertir la tesis en ensayo. ¿Ser publicado en el periódico, aparecer en revistas, justificar la presencia en un congreso sobre literatura? Ensayos, ensayos y más ensayos traficados a manera de artículos, crítica literaria o ponencias. La maleabilidad de su prosa le otorga al ensayo esa libertad para encajar en una variedad de etiquetas, y dar el paso desenfadado de la revista indexada a la publicación de creación literaria. El ensayo es la moneda de cambio entre la academia, el arte y la lectura de páginas web en horas de trabajo. Nos parece práctico y, cuando viene con la firma de un novelista, hasta literario. No concede ningún estatus, pero ayuda a conservar una reputación (en caso que tuviéramos alguna).

Sin embargo, todavía hay una lectura más, una posibilidad para el género, que es donde me gusta incluirme: la del ensayo como fracaso de escritura. Me explico: a cierta edad uno sólo concibe su vida en formatos épicos: la novela, el poema extenso, el tratado filosófico, el menage à trois. Con el tiempo, con los libros, uno descubre que no tiene otra alternativa más que fracasar a través de los apuntes, el verso en la servilleta, el ensayo literario o la monogamia.

Es decir: el ensayo es eso que queda cuando quisimos hacer otra cosa. Como la biografía. Nos quita tiempo para escribir malas novelas, y un mal ensayo nunca es un desperdicio, porque al menos puede convertirse en algún texto provechoso, digamos la bibliografía de un estudiante universitario. Precisamente, porque se trata de un descalabro que —en el peor de los casos— terminará siendo útil, resulta el marco propicio para el autorretrato, eso que los tradicionalistas aún llaman “el estilo”, y que en variadas ocasiones no es sino el memorando de que no pudimos llegar a donde nos habíamos propuesto. El estilo, ha dicho Rodrigo Fresán, es el fantasma de las carencias de cada autor, más que de sus virtudes. Y ya que el estilo algo tiene de resignación, el ensayista aspira a que si va a naufragar, que por lo menos quede constancia del hundimiento. El ensayo es su desastre y su crónica.

Exceso de equipaje en las Obras Completas de los escritores, los ensayos constituyen la condena de lo nunca concluido. De ahí que uno no quiera ser sólo ensayista. El escritor mira a la posteridad y no encuentra la catedral a donde los lectores vayan a rendirle culto. Y se entiende: el autor de ensayos es un urbanista que nos ha entregado una ciudad llena de obras negras. ¿Qué canon tomaría en serio a un tipo así? Máxime si la inmortalidad le da por ignorar todas esas ocasiones en que edificios a medio construir nos han servido para pasar la noche a tanto lector vagabundo, escéptico, desconfiado de la vida y de los libros; y porque la mayoría de las veces, los autores escribimos no pensando en la literatura, sino en la historia de la literatura.

El ensayo es una anomalía, una variante de la egolatría que para hablar de sí recurre a escritores mejores. ¿Hay un mejor pretexto que ése? En pocas ocasiones, y he aquí el mejor motivo para escribirlo. Malograr la literatura se ha visto simplemente como “hacer literatura”.

1 Escribir sobre escritores es la cosa más complicada del mundo. Los ensayos que hablan de grandes autores son como la ropa diseñada sobre las modelos de Victoria’s Secret. Nos garantizan más miradas, pero corremos el peligro de no añadir nada a lo que todo mundo ya vio. Los cuerpos perfectos como las prosas admirables tienen un problema: son propensos a las obviedades. Sí, diseñar para Gisele Bündchen o escribir sobre Tolstoi es fabuloso porque la gente se arremolinará alrededor de la pasarela o la revista, pero ¿cuántos de esos lectores verán nuestra creatividad separada de lo que Tolstoi y Bündchen ya son en sí? Son pocos los diseñadores que pueden sobresalir a una constelación de brasileñas, como son pocos los ensayistas que sobreviven a la literatura rusa. Por eso hay que alternar a las supermodelos y los clásicos con la ropa casual para los obesos y las reseñas sobre nuestros contemporáneos.

2 Tengo una hipótesis basada en mi niñez: el ensayista tiene problemas con la ficción desde los cinco años, quizás seis. Mi mamá me contó una vez que las veces en que intentaba relatarme “La Caperucita” antes de dormir, yo siempre pedía que me narrara una versión en donde no hubiera leñador y otra en donde Lobo y Abuela fueran la misma persona.

3 La idea de escribir por encargo no es del todo mala. Como ha afirmado Francis Ford Coppola: “Me gusta la idea de los encargos y creo que le gusta a los artistas. Una cosa es sentarse a averiguar si uno va a volcar el alma en el papel o no; a veces es un alivio que alguien proporcione un concepto sobre el que trabajar."

 

Eduardo Huchín Sosa (Campeche, 1979). Ha compilado sus ensayos en ¿Escribes o trabajas? (Tierra Adentro, 2004) y en los libros colectivos Inventa la memoria (Alfaguara, 2004), Novísimos cuentos de la República Mexicana (FETA, 2005), El hacha puesta en la raíz (FETA, 2006), y Contra México lindo (Tumbona, 2008). Ha publicado crónicas y artículos en Tierra Adentro, Replicante, Etcétera, Luna Zeta, Los perros del alba, Hermano Cerdo y Luvina. Recientemente resultó ganador en el Concurso de Crítica de la revista Letras Libres. Mantiene la bitácora personal http://tediosfera.wordpress.com y el blog sobre porno http://atranquearelzorro.blogspot.com

BLOQUE TEMÁTICO III. LITERATURA DE IDEAS (ENSAYO CONTEMPORÁNEO)

 
 
 
 
 
 
 
 
NÚCLEOS TEMÁTICOS
1.- El ensayo literario mexicano e iberoamericano contemporáneo

a) Antecedentes históricos y culturales.
b) Características del ensayo contemporáneo mexicano e iberoamericano.

 2.- Lectura, análisis e interpretación de ensayos mexicanos e iberoamericanos contemporáneos
a) Antes de la lectura identificar:
 ¿Qué sugiere el título del texto?
 ¿Quién es el autor?

 ¿Cuál es el tema a tratar?

 b) Durante la lectura identificar:
 Esquema lógico: introducción desarrollo y conclusión.
 Intención comunicativa.
 Tesis y postura del autor.
 Información explícita y relevante.
 Explicaciones vinculadas con el tema del ensayo.
 Idea central de uno o varios párrafos.
 Relaciones de dos ideas expresadas en un ensayo (ideas del autor y citas textuales, en el caso de incluirlas).
 Ideas que expresan la causa y el efecto de un hecho descrito en un ensayo.
 Argumentos y contraargumentos.

 c) Después de la lectura elaborar:
 Una frase que sintetiza el contenido global del ensayo.
 Un mapa de ideas, un esquema, un mapa conceptual u otra representación gráfica.
 Comentarios, interpretaciones y valoraciones del contenido del escrito.

 3.- Escritura del ensayo escolar, a partir de:
 Un tema, una tesis y argumentos.
 El esquema lógico:
 introducción ( presenta el tema, la tesis y explica la importancia del tema);
 desarrollo ( en los párrafos expresa información relevante, puntos de vista sobre la tesis y tema, incluye citas textuales, argumentos y contra argumentos);
 conclusión ( emite argumentos sustanciales que expresan su postura).
 Las referencias bibliográficas.
 La redacción: claridad, precisión y ortografía.

 4.- Debate
 Un tema de debate.
 Postura personal: argumentos y contra argumentos.
 Conlcusión.

 

 
El ensayo, algunas notas

El ensayo es un escrito libre donde el autor expresa sus puntos de vista y la manera en que percibe el mundo. A lo largo de la historia literaria se han escrito diferentes tipos de ensayos, es de carácter dialógico pues existe un diálogo intimo entre el ensayista el lector. Los temas que trata son diversos, se puede tratar el tema: los jóvenes y la escuela de hoy.

En un estudio realizado en América Latina se determinó que el 50 por ciento de los jóvenes en edad de cursar la secundaria la terminan. Y que las nuevas generaciones están abandonando antes de tiempo el sistema educativo. Esto se ha convertido en un grave problema en la región. Se pretende establecer parámetros básicos para evaluar y dar seguimiento a la población que desertó de las aulas o que vive en analfabetismo.

En México 37.4 por ciento no continuó su formación porque no le gustó estudiar, mientras que otro 35.2 por ciento desertó por razones económicas. Y esto también se ve reflejado en el nivel medio superior y superior. Menos mexicanos llegan a tener una profesión. Los especialistas proponen para abatir la deserción, promover una enseñanza significativa que no nos los despoje de su identidad como jóvenes. Que el centro escolar sea un entorno de formación crítica, plural e integral.

En el siglo XXI, nos encontramos en una época con una serie de logros tecnológicos que ha revolucionado la mente de los jóvenes. Y ello crea nuevos retos en la manera de establecer un lazo de comunicación entre el maestro y el alumno. ¿Es el ausentismo, la deserción, el desinterés problemas del entorno social, del gobernante, del profesor o del alumno?

Desarrollar el “sentido común” con situaciones que el alumno reconozca en el texto y las haga suyas de forma natural para enriquecer su espíritu y su capacidad crítica.

Es aquí que mediante la lectura de ensayos contemporáneos significativos los lectores-escritores analizarán el mundo en el que viven. De esta manera se verá como leer y analizar textos pueden enriquecer el mundo del ser humano. Fomentar la lectura y la escritura mejora el mundo propio.

Nos empeñamos a diario en sobrevivir, sin detenernos a reflexionar sobre cosas del acontecer cotidiano.

En este contexto cultural en que se encuentra nuestro país es indispensable detenernos a reflexionar y crear conciencia en los jóvenes sobre la importancia del estudio y la constancia.

 

 

 

martes, 23 de octubre de 2012

Características del género narrativo


Características del género narrativo

En una primera aproximación a la narrativa podemos decir que ésta se refiere a un proceso de comunicación mediante el cual el autor crea personajes para expresar ideas y emociones. Además, en toda obra se describe un hecho que consiste en todo acontecer objetivo y subjetivo, interior o exterior que le suceda a un personaje.

De un modo más exacto, podemos afirmar que al referirnos a la narrativa de un relato, ésta consiste en una serie de sucesos (la historia), por medio de la representación humana (el narrador y los personajes) y con posibles comentarios, implícitos o explícitos, sobre la condición humana (el tema).

Elementos del universo narrativo

1.- El ambiente es el lugar físico y las condiciones en que ocurren los hechos narrados, es decir, el medio geográfico, social y cultural.

2.- Los acontecimientos incluyen los actos de los personajes y la acción, es decir, los hechos individuales y el carácter que toma la historia. Además, las formas verbales indican los acontecimientos.

3.- El diálogo corresponde a la conversación entre dos o más personajes que alternativamente manifiestan sus ideas o sentimientos.

El conjunto de acontecimientos constituye el argumento, algunos de éstos son muy importantes y se llaman acontecimientos principales; mientras que otros pueden eliminarse de los relatos sin afectar el significado de la narración, éstos son conocidos como acontecimientos secundarios.

El orden de los acontecimientos los da el narrador. Él organiza los hechos en el tiempo, dándoles una secuencia, es decir, elige el orden en que serán contados. Esta disposición puede seguir una secuencia lógica que suponga cómo sucedieron los hechos, seguir un orden de importancia o cualquier otro.

 

Tipos de narrador

El narrador es la persona que presenta o cuenta la historia; se encarga de dar a conocer el mudo imaginario al lector, el cual está formado por personas que realizan acciones dentro de un espacio determinado y que suceden dentro de límites temporales precisos.

La diferencia fundamental entre el mundo real y el de la narración radica en el hecho de que nuestro mundo es verdadero, en cambio en una narración éste es artísticamente real; no existe, pero es creado por medio del lenguaje, es decir, el mundo narrativo es una creación y está formado por personajes, acontecimientos, un lugar y un tiempo en que suceden los hechos.

Cómo ya quedó establecido en la clasificación de los relatos, al género narrativo, como subgéneros, pertenecen el cuento, la novela, fábula, leyenda, epopeya y el mito. Todos tienen características fundamentales, como la presencia de un narrador.

El narrador es quien cuanta la historia imaginaria y sirve de intermediario entre los hechos y el lector. Puede estar representado en la narración como un personaje o un testigo, sin serlo, si se trata de una voz que habla.

1.-  Narrador personaje. Habla en primera persona como un personaje que participa en la historia narrada.

EJEMPLO: “Ha venido Angélica esta tarde y nuevamente he perdido tontamente media hora con ella”.

2.- Narrador testigo. Habla en tercera persona, como alguien que observa los hechos sin participar en ellos.

EJEMPLO: “El chico llegaba a sentarse en la acera”.

3.- Narrador objetivo. Se limita a contar lo que cualquiera puede ver de un acontecimiento, es decir, narra lo que observa, sin juzgarlo o dar una opinión de hechos.

EJEMPLO: “Andaban dos hombres por un camino y se encontraron de casualidad un asno. Empezaron a disputar sobre cuál de los dos se quedaría con él, mientras tanto, el asno escapó”.

4.- Narrador omnisciente. Es un narrador que todo lo sabe, no sólo cuenta los hechos, sino que conoce los sentimientos o las intenciones secretas de los personajes.

EJEMPLO: “Por qué iba a tener miedo. Le daba, sí, una especia de vergüenza la idea de topar con ellos, cansados como estaban”.

lunes, 15 de octubre de 2012

Indicaciones para la obra

Recuerden que la obara se presentará en dos horarios.
El documento publicado a continuación dice que a las dos de la tarde.
En clase les indico con precisión la hora en que le toca asistir al grupo, puede ser a la una o dos del medio día.
El día señalado es correcto, próximo sábado 20.

Segunda obra de teatro


martes, 9 de octubre de 2012

Cuento para mañana.

1.- A continuación les dejo un cuento para que lo impriman  y lo lleven mañana a clase.
2.- También les pido que sigan el siguiente link: http://youtu.be/Gi4-ibqz-YY y escuchen el relato del cuento, La voz es del autor.
3.- Investigar la biografía de Eraclio Zepeda y llevarla en el cuaderno.
4.- No olviden leer también la siguiente entrada, ya que en ella está la información para la segunda obra de teatro.
Nos vemos mañana.


Con eso de que fui a Letras del Mundo en Reynosa, pues tuve la oportunidad de conocer a este señor, que leyó este cuento. Y como comentario personalisimo diré que fuera de todos los escritores que he conocido, y que de algún modo me hacen a un lado por que no llego a sus "alturas" este señor se me hizo muy amable y accesible, fuera de todos los demás que leyeron. Aparte esto me ha servido para descubrir un poco más el cuento mexicano. Ya sin mas preambulos el cuento de hoy es:

DON CHICO QUE VUELA

Un cuento de Eraclio Zepeda


Te paras al borde del abismo y ves al pueblo vecino, enfrente, en el cerro que se empina ente tus ojos, subiendo entre nubes bajas y neblinas altas: adivinas los ires y venires de su gente, sus oficios, sus destinos. Sabes que en la línea recta está muy cerca. Si caminaras al aire, en un puente de hamaca, suspendido entre los cerros, podrías llegar como el pensamiento, en un instante.
Y sin embargo el camino real, el camino verdadero, te desploma hasta los pies del cerro, bajando por vericuetos difíciles, entre barrancas y cascadas, entre piedras y caídas, hasta llegar al fondo de la quebrada donde corre espumeando el gran caudal del río que debes cruzar a fuerza, para iniciar el asenso metro tras metro. Muchas horas después llegas cansado, lleno de sudor y lodo y volteas la cabeza para ver tu propio pueblo a distancia, como antes viste la plaza en la que estás ahora.
Ahí es donde le das la razón a don Pacífico Muñoz, don Chico, quien no soporta estas distancias que tú has caminado y dice que ir a pie es inútil y a caballo tontería, que para estas tierras volar es indispensable.
Hace años que le escuchaste los primeros proyectos de vuelo y contravuelo. Fue cuando sentado, como tú ahora, al borde del abismo viendo al otro pueblo, dijo dándose un manotazo en las rodillas.
- Si no es tanto lo encogido de estas tierras sino lo arrugado. Montañas y montañas acrecentando las distancias. Si a este estado lo plancharan le ganábamos a Chihuahua . . . ¡Y ya vuelto llano a caminar más rápido! Pero así como estamos, sólo vueltos pájaros para volar quisiéramos.
Y así fue como la locura del vuelo se le fue colocando entre oreja y oreja a don Chico, como un sombrero de ensueño.
Volar fue la única pasión que le impulsaba en el día, a otro día, a otro mes, para seguir viviendo un año y otro año más. Si no fuera por el ansia del vuelo habría muerto de tristeza desde hace mucho tiempo, como tú me comentaste el otro día.
Don Chico subía, tú lo viste muchas veces, al cerro más alto para contemplar las distantes montañas azules y perdidas entre el vaho que viene de la selva. Allí sentado en la piedra donde escribió su nombre, tú escuchaste muchas veces a don Chico:
- La tierra desde el aire está al alcance de la mano. Los caminos son más fáciles al vuelo. Qué cerca están los mercados y las plazas a ojo de pájaro. Los valles y los ríos y las cañadas y cañones, los campos sembrados, los ganados en potreros lejanos, las ciudades nuevas y las viejas construcciones perdidas en la selva y al fondo el mar.
Don Chico inventaba una prodigiosa geografía expuesta a los ojos en vuelo, ávidos ojos tratando de reconocer ranchos y rancherías, vados y ríos, caminos, pueblos, lagos y montañas vistas desde arriba, desde el sueño, desde el aire de un sueño.
Don Chico regresa al pueblo, con la boca seca, abrasada por la fiebre de la aventura que le espesa la lengua, le ves llegar a la plaza y tomar de la fuente agua con las manos, enjuagarse, refrescarse la cara y declarar muy serio:
- Señoras y señores, voy a volar . . .
Recordarás como todos subimos y bajamos la cabeza para decirle que sí, que como no, que claro don Chico que vuela, y por dentro sentiste la risa alborotando el pecho y la barriga y tú aguantándote.
Don Chico entró a su casa, cogió una gallina, la pesó minuciosamente, anotó la lectura de la báscula, midió la distancia que va de punta a punta de las alas, anotó eso también, acarició a la gallina y la regresó al corral.
Inventó un complicado cálculo para conocer la secreta relación existente entre el peso del animal y el tamaño de las alas que permite vencer la gravedad y levantar el vuelo.
Don Chico dudó un instante si era adecuado tomar una gallina para tal experimento. Una paloma de vuelo largo habría sido mejor. Pero en su corral no había palomas.
Habiendo encontrado al fórmula que explica la relación entre el peso de la gallina y el tamaño de sus alas, se pesó él mismo, anotó la lectura y, aplicando la fórmula descubierta, calculó el tamaño de las alas que habría de construirse para poder volar. Apuntó la cifra en su libreta, se frotó las manos y se fue al parque.
El problema era ahora el diseño de las alas. Pensó que el mejor material era el carrizo, ligero y fuerte. Se detuvo un momento para dibujar con un palito sobre la tierra el esquema de su estructura. Satisfecho lo borró con el pie izquierdo y grabado en la memoria lo llevó a su casa.
Para recubrir la estructura nada mejor que el tejido del petate, la dúctil alfombra de palma.
Una vez que hubo construido las alas, descubrió molesto que eran pesadas para sus fuerzas. Recordó la relación entre las alas y el peso de la gallina y no se atrevió a modificarla.
Se suscribió a una revista sueca donde aparecían lecciones de gimnasia y dedicó algunos años a esta dura disciplina. Satisfecho sintió cómo aumentaban sus bíceps, crecían sus tríceps, se endurecían sus músculos abdominales, se marcaban nítidamente los dorsales y una potencia sentía nacer don Chico desde el centro de su cuerpo.
En el año sexto de su experimento movía con destreza las alas. Con sus brazos aleteaba movimientos llenos de gracia, en un simulacro de vuelo, no de gallina torpe sino de agilísima paloma.
En el pueblo había un orgullo compartido. Don Chico prometió volar antes de las fiestas patrias y se le invitaba a los patios a simular el arte complejo del vuelo. Acudía siempre hasta que descubrió que tales convivios no eran nacidos de la admiración a su técnica sino tan sólo el interés de producir ventarrones en el patio que barrieran de hojas y basura todo el poso.
Unos días antes de las fiestas patrias alguien levantó la cabeza. No se sabe si fue Ramón o Martín o Jesús el primero que lo vio. Lo que sí se sabe que al instante todo el pueblo levantó la cabeza y vimos a don Chico Arriba del campanario con las alas puestas, iniciando cauteloso el aleteo que habría de conducirlo a la gloria. Detenía a veces el movimiento. Se mojaba con saliva el dedo y comprobaba la dirección del viento, abría de par en par las alas y descansaba la cabeza sobre el hombro, semejante a nuestro viejo escudo nacional. De pronto reinició el aleteo, arresortó la pierna derecha contra el muro del campanario para tomar impulso, apuntó el pie izquierdo hacia El porvenir, que tal era el nombre de la cantina que está enfrente de la iglesia y se dispuso a iniciar la epopeya. Alguien le preguntó tocándole la punta del ala izquierda:
- ¿Va usted a volar, don Chico?
- Seguro, respondió.
- ¿Y . . . llegará lejos, don Chico?
- Lejísimo.
- ¿Y de altura, don Chico?
- Altísimo.
- ¿Al cielo llegará, don Chico?
- Al cielo mismo.
La cara de aquel que preguntaba se iluminó:
- Por vida suya, don Chico, llévele al cielo éste queso a mi mamá que se murió con el antojo.
Don Chico aceptó con ligereza el queso, buscando deshacerse del impertinente sin considerar el error que habría cometido. No se sabe si fue Ramón o Martín o Jesús, el primero que hizo el encargo al otro mundo. Lo que sí se sabe es que al instante todo el pueblo subió al campanario y don Chico siguió aceptando quesos y chorizos, dulces y aguardiente, tostadas y jamones para llevar al cielo.
Cuando don Chico resorteó la pierna derecha, siguiendo la dirección al porvenir, abrió el espectáculo grandioso de sus alas. El pueblo escuchó el estruendo de carrizos rompiéndose y petates rasgándose en el aire y quesos rodando por la calle.
Cuando el silencio volvió, alguien dijo: - Lo mató el sobrepeso. Si no fuera por los encarguitos, don Chico vuela.

 

La segunda obra de teatro a la que asistiremos se llama "Filosofía de la muerte" y se presenta en el teatro Ismael Rodríguez.

Por el tamaño del teatro, se realizarán dos funciones. Los horarios son a la una del medio día y a las dos.

Esta semana se les entrega la información precisa, mediante un volante, igual que la ocasión anterior, por lo pronto, les dejo un link para que reconozcan la ubicación del teatro.